No me va a alcanzar el diccionario para escribir lo que guarda mi diario, no me puedo fiar del sonido si quiero escuchar el mensaje que hay en el ruido, no me van a alcanzar las letras para deletrearte mis penas, ni el abecedario para explicarte que hablar es vano. No me van a alcanzar los sentimientos para sentir todo lo que quiero vivir, ni los sueños para soñar la ilusión que guarda mi ingenuidad. No sé cuántos cigarros me he fumado ni cuantos fumaré, no sé cuánto tiempo ha pasado ni cuanto duraré, sigo sin saber por qué aún sigo aquí, sin saber a dónde ir. En el humo confieso mis secretos, nebulosos y complejos que se disipan en silencio por el infinito cielo. ¿Entenderás la señal la que susurro en tu soledad, la que solo de reojo te atreves a mirar?
¿Y si me abro los sesos para que veas lo que hay dentro? para luego regalarte mi pellejo y que guardes mis pelos, los que se enredan en el viento cuando la brisa nos roza el cuerpo. De lejos te observo y tú presientes mis ojos tras el velo, te observo y te contemplo, ruego con las cejas ceñidas que me mires tras la pupila, que sonrías y me digas que por mi suspiras. Te imagino pasar por las vitrinas, modelando tras la cortina, corro tras el mostrador y me estrello con maniquís que lloran alrededor. Espero verte pasar, que el caos danzando nos haga estrellar, que nos encontremos caminando hacia atrás, que nuestras espaldas se puedan juntar. Un desencuentro que no tiene final, un amor que no se conocerá, rondando nuestras puertas esperando a que esté abierta.