Eco

Mis palabras se cuelan, la habitación está enferma y por eso reina el silencio. Preguntas entre sábanas que nunca han podido corresponder a la textura de tu sombra abandonada, por esa necesidad de hincar el diente en el alma, por esa tendencia a desgarrar tus pieles por la necesidad que te asedia y morir después por una sed incurable entre soledad y agua. Tus manos se extienden entre las tinieblas como tratando de tocar el olvido pero hay algo en ellas que ha perdido el ademán que otorgaba sentido a su movimiento y por eso caen como piedras en el agua, cada vez más hondo, pesando y pesando hasta desvanecer la sensación de su existencia. Hurgas sin manos entre la sombra de tu cabeza y buscas la bala que saturo tu inocencia de flores negras que hoy sacas como esperanzas deshechas por la marea, pero parco el grito lo ha comido todo. Fue la estéril alegría la que con constancia quemo el fruto de ese girasol que vino adornar tu ventana y ahora negro como tu sol perdido entre emblemas dibuja la ausencia que te falta, la sentencia que ni siquiera tus ojos rojos calman. Es ella quien ahora se ríe a carcajadas e inclina la balanza más allá de lo que entiendes, la alegría golpea y para arremeterla se necesita ser valiente… por eso subes, entre violines y acordes desafinados que manchan tu soledad, entre cardúmenes de peces acobardados que son también tus pasos de niño arrebatado, subes como tratando de alcanzar la luz que tanto dictaron como cima y sin embargo es el subsuelo lo que alimenta… vez la luz y la sombra dicta tu latido que se riega como un río en la disuelta sílaba de tu ser y tiras tus promesas a la nada, al fuego macilento que entre tu estómago propaga la náusea condenatoria para tu discurso errante y parlanchín y un sin fin de lágrimas que cultivaron las pinchadas cruces de la existencia que hoy tu espalda parten. Ves todo lo acumulado, el tiempo y su llanto, la mano principiante que trata de abrigar tu silueta escondida de nene asustado, pero no es más que un intento, un error de código y entendimiento, un fantasma que ha rodeado tu cordura y después te dejo mucho más a solas con tu persona. Se siente el ruido de la calle como un lobo adolorido y mi pupila desgarra la ventana pensando en el suburbio que implora por más sueños montados en alfombras… me pierdo en el propio silencio tan presto de risas, mentiras y humo, espejo del mundo que entre la historia fue haciendo de lo insulso el más alto mérito de gloria. Retuerzo mi sangre para descolocar el tiempo que me desborda. Quiero calmar la duda que me castiga a solas entre olas de viento y calma… porque es la indiferencia lo que calcina tu alma y la contienda de la montaña no te libera… hoy te apresa la nostalgia que otro día abrió la puerta.

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