Soñar con estrellas cuya luz aún no llega.
Soñar con que te encuentres entre ellas.
Soñar con que las palabras se hagan carne.
Soñar con escribir de tu vida cada detalle
Soñar no cuesta nada, pero que caro me cuesta despertarme.
“El amor es como un jijueputaso de rosas”
En donde no distingues un beso de un escupitajo, un abrazo de una soga y un lazo.
A una distancia de suspiro yo te miro mientas tú miras el cielo infinito. ¿De qué estarán hechas las letras que son como estrellas? Si en ellas tú eres la luz eterna. Rumor que la brisa lleva, olor que en el vino se fermenta. Tus gestos provocan el movimiento de la tierra. Tú voz es el sonido que emite la selva. Incontables son las maneras en que te manifiestas en mi existencia. Ebrio de la leche que se derrama en tus senos calientes. Eres el vientre donde guardo mis sueños vivientes.
Éramos como dos niños jugando a las escondidas, que si me miras te miras que si te miro me miro, Que si nos vemos mejor no nos saludemos. No sabíamos de qué estaba hecha la vida pero nos sabía a golosina, como un sueño en plena vigilia. Nos mirábamos de lejos como haciéndonos los pendejos, nos pensábamos en secreto soñando con nuestro primer beso. Nos saludábamos sonriendo, nos despedíamos con un triste gesto.
Éramos como dos niños de la mano de sus padres, cruzándonos en la calle. Siempre dábamos un paso para distanciarnos, en el desencuentro de los años tú ibas dando saltos con tu reloj retrasado. Un pétalo de rosa se deshoja del cuaderno donde escribí nuestra historia. Un cuento de terror que nos contaban para tenerle miedo al amor. Un verso como un beso que era pecado como el sexo, nos lo mencionábamos en secreto, como una grosería prohibida, como una vetada melodía. Frustrados y sin aliento nos rozábamos de lejos.
Éramos como dos niños en los pasamanos, arriesgándonos por cruzar del otro lado. Por ingenua curiosidad, nos acariciábamos el alma y nuestras partes bajas. Nos revolcamos en nuestro propio sudor, nos besamos a todo pulmón. En mi primera erección, tú gritaste de placer, yo no era tu primer amor, pero tú eras mi primera mujer. Por ti supe a qué sabe la palabra amor, fruto del más hermoso dolor. Un sentimiento de muerte que nos salva de la propia muerte. Eras tú la vida por la que yo moriría.
¿En qué parque te volveré a ver de nuevo? La rayuela es como un caracol eterno. Como una metáfora silenciosa en ese parque comenzó y acabo nuestra historia.
Luego nos fuimos haciendo grandes y ya se nos hizo tarde. Envejecíamos sin darnos cuenta, un día menos de nuestra existencia. Nos fuimos olvidando de darnos un beso antes de acostarnos, ya no nos dábamos la mano para levantarnos. Te quería porque eras mía, era como poseer la vida. Como un sueño mojado en el que te despiertas antes de consumar el acto, como el primer orgasmo que nos estremece cada pedazo. Como un chiste morboso nos contábamos nuestras fantasías porno. Siempre erecto cuando te atrevías a darme un beso. Hacíamos travesuras, nos escondíamos en el lado oscuro de la luna. Jugando a la rueda rueda, nos fuimos sujetando con más fuerza. Rasguñamos nuestra esencia, revolviendo nuestras ideas. Nos fuimos poseyendo, usurpando cada rincón de nuestros sesos. Nos fuimos mezclando, escribiendo páginas de nuestro diario. Nos fuimos hastiando, nos fuimos dando asco. Nos fuimos odiando al no poder amarnos. Nos fuimos creyendo adultos, perdimos nuestros sueños más puros. Razonamos y alejamos nuestros pasos, ya no fantaseábamos con encontrarnos.
¿En qué parque te volveré a ver de nuevo? La rayuela es como un caracol eterno. A un paso del cielo o del infierno.
Éramos como dos ancianos haciendo el recuento de nuestros pasos, inventando historias que jamás sucedieron, un romance venido de lejos. Nos amargaba el paso del tiempo, lo corrompíamos con falsos recuerdos. Nos mentíamos sin darnos cuenta, falseamos nuestra mutua existencia. Nos fuimos olvidando como si de la historia nos hubieran borrado, fuimos desapareciendo como un evangelio secreto.
Éramos como dos ancianos que de los sueños se han jubilado, nuestros ideales han fracaso y nuestra fe nos ha fallado. Como una anécdota que ya nadie quiere escuchar, del pizarrón nos han de borrar. Continuamos nuestros días tallando otras caricias. Deformamos la plastilina que moldeaba nuestras vidas, a nuestros rompecabezas le quedo faltando una pieza, los juegos de mesa se llenaron de tierra, nuestra infancia se convirtió en nostalgia, nuestra vejez en añoranza.
Éramos como dos ancianos que esperan recostados. Nos dolían las rodillas al levantarnos, nos quebrábamos al acurrucarnos. Ya no pudimos saltar en un pie cuando nos íbamos a ver, ni volver a correr para alcanzarnos otra vez. Sentados debajo de un árbol que se estaba quedando calvo, en las tardes nos esperábamos.
¿En qué parque te volveré a ver de nuevo? La rayuela es como un caracol eterno, no volvimos a columpiarnos de nuevo y el rodadero se nos ha quedado pequeño.
Ahora somos jóvenes y no sabemos nuestros verdaderos nombres. Yo te llamo María Estrella, para que en la noche te me aparezcas, tú me llamas el poeta, para que cada mañana te regale un racimo de letras. En nuestras tardes yo fumo en los parques, mientras tú paseas a tus canes. Miramos para otro lado, para evitar el contacto, a un paso de cercanía tú caminas en paralelo a mi vida. Ahora mismo a una distancia de suspiro, yo te miro en el infinito. Despertar siendo un niño con el espíritu envejecido, y querer contarle a las estrellas la historia que viviré con ella.