Ectoplasma en el Humo

Mis pensamientos son tan amargos como la coca que inhalo. El café siempre me queda agrio cuando lo hago con mis propias manos. Las colillas de cigarros marcan las horas que me la he pasado esperando, a la VIDA o la MUERTE, la primera que se acerque. Espero humildemente al sol o la luna, que su luz ilumine mi cuna. En un desorden de armonías, me levanto con las fuerzas que proporciona el quebranto. Depresión sinfónica de alaridos y llanto, fuma que fuma tu cigarro, esnifa tu polvo blanco, camina como un espanto. “ese es el video, que uno quiere vivir pero la vida lo mata de a poquitos” con o sin amiga, con o sin familia, con o sin querida. “Deja de quejarte, agradece porque aún no es tarde”. Deja que clamé, reclamar es gratis y no le hace daño a nadie. Deja que callé, las palabras no dejan que el silencio cante. Aunque pareciera que movieran la boca, no escucho a las personas. Sus lenguas me son ajenas, no entiendo para que tanta mierda. Cagar por la jeta causa agrieras. Yo prefiero escribir “poemas” que huelan a mierda. Me duele el pescuezo de tanto asentir, como si estuviera entendiendo lo que me suelen decir. La verdad no me interesa lo que estás diciendo, sino el por qué lo estás diciendo. Acaso te molesto… deja comprendo. No soportas mi silencio ni mi mirada al suelo, mi voluntad al desapego, mi desesperanza y mi desprecio. Lo siento… es un defecto de nacimiento, tengo clavada una lanza en el costado derecho de mi pecho…o es el izquierdo…ya no me acuerdo.   

El niño melancólico muere de sobredosis de tiempo, se inyecta en la aorta para aliviar el sentimiento. Fuma del desespero, su pipa es de cenizas y lamento. Desayuna con un cigarro, hasta comer le parece vano. Recuerda lo que ha soñado, no entiende si ya se ha despertado. Todo le sabe a pesadilla, como un monstruo que vigila. Se aprovecha de mi vida para escribir cuentos que chismorrean en el cielo. Soy testigo de lo eterno, en la fugacidad del momento. Llevó horas sin dormir y no dejo de maldecir. En una ensoñación pierdo de a pocos la razón, me descubro hablando solo, renegando de los otros. Me estoy volviendo loco, espanto con mi pálido rostro. El niño que vive conmigo se asusta de mis quejidos, se esconde en las cobijas y reza por mi vida. Prendo de nuevo la pipa e imagino que el final se avecina. Odio la vida tanto como la muerte, mi amor es el lazo que las une por siempre. No quiero más ruido, mis pensamientos son como gritos. Observo el vació, mis ojos perdidos se tiñen de un color infinito. El cuarto se transforma en un barco, naufraga en un mar de llanto. Tengo hambre, pero no me apetece alimentarme. Tengo sueño, pero mi desvelo es eterno.  

El sol resplandece a lo lejos y de nuevo asecha mis sueños, monstruo amarillo que aterroriza de día, asfixia la estrella que me ilumina. La gente marcha para sus trabajos mientras yo desde mi ventana me fumo otro cigarro. Durmientes con los ojos abiertos parecen ser esclavos del astro que brilla a lo lejos. El Sol ahoga mi mirada, tiritan mis cejas encandiladas. “Buenos días” me grita mamá, desde el otro cuarto me ha escuchado toda la noche llorar. Sal a darle un beso a mamá que su rutina acaba de comenzar. La acompañó a la puerta, la despido con un abrazo y un beso en su cabellera. Me mira preocupada, sabe de la tristeza que llevo en el alma. Ella la ha cargado por décadas, sabe que se siente tener una grieta. Fumo más de lo que hablo, divago por las sendas del asfalto, acaricio el cemento donde arrastro mi cuerpo. Otra dosis me solicita el cuerpo, necesito más de lo que pueda contar. ¡No me importa y me da igual! Que mi vida vaya a terminar. Huye a toda velocidad, tu sombra te va a atrapar. No te dejes alcanzar, corre corre corre y sin parar, te acurrucas en posición fetal, todo parece temblar, de nuevo quieres llorar pero la risa te hace bostezar. Toces sin parar es la vida que se nos va. “Un cáncer pulmonar que solo Yo me he de tragar”. Escupo mariposas de cenizas, sus alas son como humo que respira. No me lavo la boca hace días, mi hocico es como una matera donde crece una flor negra. Me despierto con el hocico desorbitado, mis dientes toda la noche se han venido rastrillando. Me despierto todo mojado, mi sudor es frio y nostálgico. Me levanto y se me quiebra cada hueso, mis órganos son como piedras que me pesan por dentro. Mi espíritu se enlútese, soy una sombra que desaparece. Tengo llagas en la espalda de ya no querer levantarme de la cama. Cerezas con sangre, se me desangra la vida de tanto olfatearte. Flor de coca que estimula las ansias y es inclemente frente a la calma, blanca nieve que congela los dientes, siento como acelera mi mente. No puedo detenerme, mi corazón convulsiona como un demente. Se me encandilan los ojos y todo vibra al unísono, por lo poros brota un monstruo, adicto a la dosis de amor loco.

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