Deseos vanos

Mientras llego a casa y utilizo la 4ª llave asignada al candado inferior, mi mente naufraga en hipótesis y verdades: Qué inoportuno sería tantas cerraduras en caso de un temblor. De repente, se me ocurre que es una gran idea, a lo mejor si hubiera un temblor podría abandonar tantas ideas en mi mente. Sería preciso atender las circunstancias que vengan con este, el afán de la sobrevivencia y las palabras necesarias con otras gentes que saldrían a la vacía calle a media noche de luna menguante. Con un temblor esquivaría las incumbencias de mis acciones que vienen martillando mi mente como un estribillo envolvente. Qué oportuno sería desviar así la atención por unos buenos días al temblor, hasta que pase el temblor... Lo sé. Me imagino que tales designios atribuidos a un adolescente diluido en la realidad, tendrían consecuencias nefastas o divertidas, pues previo a exámenes, sin la preparación y sin indulgencia he deseado hasta la muerte del profesor. A veces me gusta traicionar a mi materialismo determinista y pensar que los días azules o grises obedecen por orden de importancia o prioridad a fortuitos casos que la gente viene deseando, siempre lo pensé, en especial cuando era un niño intentando encontrar respuesta a todo y pensaba que si era más la gente que deseaba un día gris y si el tiempo y la posibilidad de que se diera era cercana se daría, pero y de ese mismo por más gente que deseara mover una montaña, nunca se movería. En fin, no temeré temblor alguno porque mi carpa no sufre amenazas de derrumbes. Si me quieres encontrar, ya sabes mi paradero: Cra 60 al frente de la biblioteca Virgilio Barco, carpa azul.
Loading...
Loading...